Blog Orlando Barone // 11-01-10 // Recuerdos de las ferias del trueque

Publicado en por Opiniones Creadas

Es lindo acordarse en el oasis de cuando uno tenía sed. Acordarse en el amor de cuando uno sólo tenía adioses. Es lindo acordarse en medio de este verano próspero - de playas y rutas desbordadas, de aeropuertos y terminales colmados - de los tiempos de las ferias del trueque. Una consulta médica por una tarta de cebolla; una artesanía indígena por un pastel de papas; una radio rota por un conejo vivo; un servicio de plomería por un cajoncito de verduras de quinta. Una bicicleta por tres bolsas de forraje y una jornada para cortar el pasto por unos tickets para el supermercado. Las primeras ferias se instalaron en días de un verano como éste hace nueve años. ¿Por qué nos olvidamos tan pronto? En el campo se sabe que quien saca a una vaca empantanada corre el riesgo de que la vaca, desagradecida, lo patee. Qué tiempos aquellos de las ferias del trueque. Estábamos ensimismados; enroscados en nuestras propias cuitas, y no teníamos tiempo de preocuparnos por el presidente del Banco Central; ni siquiera sabíamos quién era. La única soberanía que nos quedaba era el cuerpo de uno. Las cacerolas no se usaban para salir a “agrogolpear” ni cacarear, sino para tratar de intercambiarlas por otras cosas útiles. Como una “pascualina” o un paquete de pañales. El vivir era el día a día; hasta parecíamos unidos, porque lo que la pobreza fraterniza la riqueza deshermana. Colectivos y trenes transportaban pasajeros de todos los trajes y colores; todavía no había créditos para autos, ni la telefonía móvil y la informática eran como hoy un mundo paralelo multiplicado desde la mansión, al monoambiente y la casita. Y ahí estaban las ferias del trueque: ese comercio sin plata que permitía a las personas un vínculo sin clases. Disculpen este recuerdo sonso. No quisiera ofender hoy esta realidad distinta, con resabios que pueden dar un poco de vergüenza. Pero qué lindo es acordarse de las ferias del trueque en medio de este sofisticado presente de reservas en miles de millones de dólares y de veraneantes desmemoriados preocupados por si llueve. O si el vuelo se cancela. Cómo hemos enterrado a las ferias del trueque. Habría que destinarles un día del calendario para festejarlas. Éramos tan pobres y tan buenos que cuesta reconocernos. El jabón de tocador lava mejor que el jabón tosco, pero su perfume hace olvidar el olor de la piel al natural. Lo que son las cosas: cualquiera que no sabe más que contar la plata de su sueldo y de la jubilación, presume olfatear qué pasa en los intersticios del banco Central. Pero ya nadie recuerda qué olor tenían las ferias del trueque.


Carta abierta leída por Orlando Barone el 12 de Enero de 2010 en Radio del Plata.

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