Newsweek // 21-04-10 // Cuba: se acerca el fin

Publicado en por Opiniones Creadas

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Por Jorge Castañeda
 
Desde 1959, muchos pierden apostando al fin de la revolución cubana. Son incontables los libros, ensayos, artículos, declaraciones y resoluciones que vaticinaban la caída de Fidel Castro, y esas alertas causaron la frustración de quienes ansían un cambio radical en la isla. A pesar de eso, llega el momento de preguntar nuevamente: ¿el régimen de los Castro está viviendo sus últimos días? Tres elementos apuntan a que Cuba llegó a un momento crucial. Primero, la economía pasa por su crisis más severa desde que la Unión Soviética colapsó y dejó de subsidiar a La Habana, a principios de la década de 1990. Desde el año pasado, la isla quedó paralizada con la caída del turismo y el precio del níquel (principal exportación cubana), el marasmo de las remesas de familiares en Miami y los recientes huracanes. Apagones, terribles carencias de salud y alimentos, una crisis de vivienda y la suspensión de pagos de la deuda cubana desde enero de 2009: todo apunta a un futuro muy negro.

Cuba depende actualmente, en muy buena medida, de los subsidios venezolanos, que, de cualquier manera, no son suficientes. Aunque los cubanos están acostumbrados a sufrir, sus penalidades actuales no tienen precedentes. Y ahora es imposible culpar al imperialismo estadounidense, porque Barack Obama goza de enorme popularidad en el pueblo cubano.

Todo lo cual indica un segundo factor: nuevos indicios de protestas públicas. A raíz del fallecimiento del prisionero político Orlando Zapata, activista de 42 años que se negó a comer durante más de 80 días, cobró impulso un movimiento de huelgas de hambre. La muerte de Zapata hizo polvo cualquier posibilidad de mejorar las relaciones con la Unión Europea; Estados Unidos, que condenó la defunción y exigió la liberación de todos los presos políticos; y México, que, aunque no hizo comentarios, anunció la cancelación del viaje de su presidente a La Habana. Esto inspiró a otro disidente, Guillermo Fariñas, a lanzar su propia huelga de hambre con miras a liberar a otros activistas presos. Fariñas posee una elocuencia y un altruismo fuera de serie, lo cual le valió una estatura que pocos disidentes alcanzaron, de modo que si su salud comienza a deteriorarse, los acontecimientos podrían tomar un sesgo inesperado.

Mientras, las Damas de Blanco, organización que busca liberar familiares encarcelados, empieza a convertirse en una amenaza para el régimen. Desde hace años, estas señoras hacen marchas de protesta y asisten a misa los domingos para lograr la libertad de sus seres queridos, pero de pronto sus esfuerzos adquieren renovada fuerza, y ya que las autoridades se volvieron incapaces de disolver sus marchas, optaron (según el clásico estilo y cinismo castrista) por arrastrar multitudes favorables al Gobierno y dispuestas a emprenderla contra esas mujeres. Entonces, la policía escolta a las Damas de Blanco fuera del lugar, supuestamente para protegerlas, pero fotografías de las agresiones públicas circulan por todo el mundo, a través de los noticieros e Internet.

Nadie sabe si esas fotos, o la noticia del martirio de Zapata y el desafío de Fariñas, circularon por la isla. El autoritarismo cubano siempre consiguió aislar a la oposición y mantener a la población en estado de abyecta ignorancia. Pero ahora, debido a la diminuta apertura que Raúl Castro permitió con la introducción de celulares, Internet y llamadas telefónicas de Miami, y el ligero incremento en la visitas de familiares radicados en Estados Unidos gracias a la intervención de Obama, los ciudadanos cubanos quizás están más enterados que antes de lo que sucede en su isla.

Esto conduce al tercer elemento: Fidel Castro, de 83 años, está enfermo y cedió el control operativo a su hermano Raúl, de 78, que no tiene el carisma de Fidel. El “Comandante” habría liberado o ejecutado a Zapata, pero jamás habría permitido que el reo lo arrinconara como hizo con su hermano menor. Lo mismo habría hecho con Fariñas o las Damas de Blanco, sobre todo cuando sus protestas estallan en medio de una debacle económica.

En agosto de 1994, Fidel apareció en un jeep en el Malecón de La Habana, en pleno éxodo masivo de los “balseros”, para apaciguar a un populacho vociferante con la magia de sus palabras y la implícita amenaza de una represión brutal. Raúl Castro no tiene lo que se necesita para hacer lo mismo. Carece de los instintos políticos que, durante medio siglo, permitieron que su hermano olfateara potenciales adversarios aun antes de que ellos mismos se dieran cuenta de que lo eran.
La hoguera está preparada, sólo hace falta la chispa, pero los bomberos están exhaustos y la última esperanza de la Revolución cubana, cifrada en Caracas, podría desplomarse en cualquier momento. Son circunstancias sin precedentes en la historia del castrismo, y podrían derivar en un fogonazo más —o en la tormenta perfecta.


* Castañeda, ex Secretario de Relaciones Exteriores de México, es profesor Global Distinguido de la Universidad de Nueva York y miembro de la Fundación Nueva América.

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