Debate // 21-09-10 // Burbuja y marketing

Publicado en por Opiniones Creadas

Por Néstor Leone 

 

Los problemas que atraviesa el Gobierno de la Ciudad muestran las promesas incumplidas de la “nueva política” y los límites del modelo gerencial de gestión. La estrategia de victimización, por ahora, sigue funcionandoFalencias por aquí. Déficit por allá. Conflictos irresueltos, dificultades para canalizar demandas e, incluso, para garantizar servicios básicos. Ineficacia en el ejercicio de atribuciones de control necesarias, con consecuencias luctuosas, y denuncias sobre el usufructo de prerrogativas que exceden el límite de lo legal, con un procesamiento en firme. Panorama ciertamente complicado el que enfrenta, por estos días, el jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri. Complicado y sin señales claras que le permitan apaciguar ánimos. La protesta de un número creciente de alumnos secundarios, con movilizaciones callejeras y tomas de colegios, puso en discusión ciertos despropósitos en la asignación de recursos (y de prioridades) que su gestión establece. Y, en buena medida, desnudó el desdén por lo público que trasunta su lógica política. Los derrumbes trágicos en Villa Urquiza y Palermo, en tanto, dejaron en evidencia las promesas incumplidas de convertir al Estado, a través del quimérico manejo aséptico, en un instrumento de acción eficaz.
Frente a este panorama, Macri sigue con su juego, respetando a pie juntillas el libreto de sus asesores de imagen y con la esperanza de escapar lo menos mellado posible de esta sucesión de malas noticias. Sabe que cuenta, para ello, con el favor de ciertos medios masivos que le recriminan sus pasos en falso, pero que desisten de la idea de atacarlo más de la cuenta, ante la ausencia de candidatos reconocidos que puedan capitalizar el enojo de una parte de la sociedad argentina con los Kirchner. Y sabe, también, que el electorado que lo votó en 2007 (y lo tenía como uno de sus favoritos de cara a 2011) oscila entre el de-sencanto, la indiferencia y cierto disconformismo con su gestión, aunque todavía no decidió darle vuelta la cara de manera definitiva. Por eso la apelación casi sistemática a la estrategia de victimización que le aconsejan sus allegados. Polarizar con Kirchner es la idea. Mostrarse como su contracara, la orden. Y por eso, esa vocación continua por abstraerse de los conflictos concretos, ya sea eludiendo responsabilidades o dando respuestas evasivas. Por más que eso conlleve, muchas veces, mostrar pobreza argumental, una gran dosis de amateurismo o escasa densidad política. PÚBLICO
El estado lamentable de buena parte de los colegios públicos de la Ciudad fue el puntapié del conflicto con los estudiantes secundarios. Las promesas repetidas de inversión que nunca llegaron, más la noticia de cuánto el Gobierno porteño subejecuta el presupuesto educativo, generaron las condiciones para que las movidas de los alumnos tuviesen mayor anclaje del esperado. Pero nada le dio mayor impulso a la protesta como las declaraciones de varios funcionarios macristas, que no dudaron en estigmatizar el reclamo, hasta el grotesco de responsabilizar a “sectores chavistas en la Argentina” por las tomas de los edificios, como lo hizo el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta. Y que siguió con el ministro de Educación, Esteban Bullrich. “Quiero pintores, quiero poetas, no quiero piqueteros que salgan de las escuelas”, dijo la persona destinada, en teoría, a buscar puntos de acercamiento. Declaraciones como éstas retroalimentaron el conflicto e hicieron posible que alumnos de una treintena de colegios con problemas de infraestructura concretos (techos que se caen, paredes que se descascaran) salieran en procura de soluciones y revitalizaran el movimiento de protesta. No fue el caso de las intervenciones de la ex vicejefa de gobierno y actual diputada del PRO, Gabriela Michetti, por cierto, que más bien fueron el hazmerreír de propios y ajenos. “Ojalá quienes hoy toman escuelas presenten sus reclamos como lo hacíamos nosotros cuando estábamos en el secundario: organizándonos para ir todos los fines de semana a trabajar por nuestras escuelas. Pintábamos, arreglábamos el patio, limpiábamos, mejorábamos los muebles, lijábamos puertas”, escribió Michetti a través de Twitter, con una alta dosis de candor que algunos confundieron con cinismo. 
Cuánto de esta situación se explica por la desidia en la gestión de ciertos funcionarios, cuánto por el desdén respecto de la educación pública de parte de otros y cuánto por la ausencia de cuadros capaces de llevar a cabo cuestiones básicas como la ejecución de un presupuesto ya asignado son preguntas que algunos se hacen en voz alta. Sin respuestas taxativas, por ahora. El informe de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, en el cual se indica que el Gobierno de la Ciudad subsidia a colegios privados que cobran cuotas de hasta 1.600 pesos, quizá pueda servir como respuesta parcial. El hecho de que el espía Ciro James haya figurado como empleado del Ministerio de Educación porteño, tal vez, le dé un poco de contexto. Tanto como puede servir de explicación, en alguna medida, por lo menos, la formación de la casi totalidad de las primeras líneas macristas, incluido su jefe de Gobierno, en exclusivos colegios y universidades privadas.
“No voy a recibir a los alumnos que toman escuelas”, dijo Macri a su regreso de París, luego de un viaje sobre cuyo objetivo todavía se discute. Coherente con esa definición y las de sus funcionarios, cargó contra los estudiantes en lucha, a quienes tildó de “una pequeñísima minoría que hace política con el tema”, y calificó a la protesta de “autoritaria y prepotente”. En el transcurso de la semana fue por más e instó a los consejos de convivencia a que decidiesen “las sanciones que correspondan” contra los alumnos que protestan. Claro, no sin antes responsabilizar por las tomas “al kirchnerismo, que ha intoxicado la política” ni recordarle a los docentes que adhirieron al paro de 48 horas de esos días que le descontará los días de protesta. “El Gobierno está en todo su derecho de no pagar si no van a trabajar”, dijo, sobreactuando su ofuscación y, en alguna medida, jugando al desgaste. La marcha masiva del 16 de setiembre por la tarde, con el recuerdo de la Noche de los Lápices como motor (ver aparte), puede leerse como respuesta cuantificable a esas declaraciones. DERRUMBES
Los problemas en la gestión macrista, por si fuera poco, se vieron entrelazados con la tragedia. Dos hechos, separados por algunos kilómetros y apenas unas semanas de distancia, pusieron otra vez en cuestión la eficacia del Estado porteño en el control de los espacios de divertimento y convocaron al fantasma de Cromañón. Primero, fue el derrumbe de un gimnasio en Villa Urquiza y la muerte de tres personas. Luego, el derrumbe de un entrepiso en un boliche nocturno en Palermo y la muerte de otras dos. En los dos casos, los funcionarios macristas, ni lerdos ni perezosos, alegaron inocencia y relegaron en otros las responsabilidades. Por más que las informaciones que circulan y las investigaciones en curso recomienden mayor precaución en las definiciones. Por caso, ya se puso en duda la correcta habilitación del boliche Beara para que funcionase como “casa de fiestas privadas”. Las recomendaciones de la jefa de inspectores de la Dirección de Habilitaciones, Vanesa Berkowski, para denegar el permiso ya fue tomado como dato importante de la causa.
Estos casos, como ya se dijo, mostraron la persistencia de los déficit en el control público y, también, las promesas incumplidas del macrismo en cuanto a su vocación de hacer más eficiente al Estado. Pero, también, pusieron a la luz las internas, tan feroces como subterráneas que acompañan al PRO desde antes de su acceso al poder. Al momento de haber sucedido la primera de las tragedias, el encargado del área de control estaba a cargo de un hombre de extrema confianza de Macri, Oscar Ríos, cuyo único mérito fue, según las malas lenguas, haber acompañado al jefe de gobierno en Boca. Con su separación, el área quedó en manos de gente cercana a Rodríguez Larreta, quien se ha convertido ahora en la persona apuntada por el segundo de los siniestros.
Pero la interna no termina ahí. A la disputa ya clásica entre Rodríguez Larreta y Michetti, ligada más que nada a la sucesión de Macri, ahora se suma la aparición de otras líneas internas con ansias de ganar terreno (como la del ministro de Hacienda, Néstor Grindetti) o los viejos y nuevos recelos entre los “PRO puros” y aquéllos de prosapia peronista, sobre los que siempre se pone en duda su fidelidad. La deserción de Daniel Amoroso de la filas macristas reaviva las sospechas cruzadas y genera más incertidumbre. Más aun cuando, en estos días, reclamó que varios funcionarios macristas concurrieran a la Legislatura a dar explicaciones por las tragedias y cuando trascendió que, a pedido suyo, la comisión investigadora de legisladores solicitaría permiso al juez Norberto Oyarbide para interrogar en la cárcel tanto a James como al ex jefe de la Metropolitana, Jorge “Fino” Palacios.
Se sabe, la causa de las escuchas es otro de los temas que desvela a Macri. No sólo en cuanto a la investigación judicial, sino también en su correlato político. El próximo lunes 20, circularán por la Legislatura los primeros testigos citados para dar su testimonio. Entre ellos, cuatro funcionarios de la Universidad de La Matanza, que repetirían en el recinto lo mismo que ya dijeron a la Justicia: que no fueron ellos quienes recomendaron al espía Ciro James para que trabajase en el Ministerio de Educación, como sostienen desde el Gobierno porteño. Y es conocido, también, que estos problemas alejan más la posibilidad de que el peronismo disidente, a falta de una estructura propia a nivel nacional, se ofrezca para convertirlo en candidato de una alianza de poder más sólida que la que hoy tiene. Desde el Peronismo Federal, los ninguneos cada vez más reiterados hacia el hombre del PRO parecen hacer añicos los deseos nunca verbalizados de Macri.
Como se dijo, lo que parece tener a su favor, todavía, además de un escenario político abierto que no le quita posibilidades a pesar de los problemas, es la venia de ciertos medios. La cobertura “piadosa” de estos hechos así parece confirmarlo. Tanto como la funcionalidad de ciertos analistas políticos con su estrategia de victimización. Joaquín Morales Solá, por caso, en La Nación, sostuvo que Macri podría ser víctima de una acción destituyente por parte del gobierno nacional. Y Clarín, si bien calificó de “trucho” al boliche siniestrado el día después de la tragedia, tampoco dudó en darle cierta protección. Claro, sin llegar ninguno a lo de Gente, revista acostumbrada a amortiguar los golpes. En su momento, cuando lo citó Oyarbide a declarar presentó en tapa su noviazgo con Juliana Awada. En estos días, con conflicto estudiantil en alza y problemas de gestión, adelantó su casamiento. 
En la cuerda floja y con la doble burbuja que le prodigan algunos medios y su estrategia de no asumir responsabilidades, Macri no resigna su vocación de pelear. Por la presidencia o por guarecerse en la Ciudad. El fracaso del modelo gerencial que tanto propulsó y las promesas incumplidas de la “nueva política” marcan sus límites más profundos. La incertidumbre del escenario político actual le dan las esperanzas que necesita. “No se estigmatizaba así a los chicos desde la dictadura”
Sociólogo, militante de Proyecto Sur en la Ciudad y ex dirigente estudiantil, Gabriel Puricelli analiza la protesta de los alumnos secundarios y el rol del Gobierno de la Ciudad. ¿Qué lectura hace del conflicto en los colegios porteños?
El conflicto revela, por un lado, el total desinterés de la gestión de Macri por el sistema educativo público. Esto se venía incubando y, ahora, estalló. Macri sabe que buena parte de su base de apoyo electoral ya no se sirve del sistema público y eso hizo que lo dejara librado a su suerte, mucho más allá de lo recomendable, aun para una gestión conservadora. Por eso la subejecución del presupuesto educativo y, a su vez, la prioridad en el gasto de embellecimiento superficial de la Ciudad. Pero creo que hubo un error de cálculo, porque llevaron la situación a un nivel de deterioro tal que se produjo una contestación casi mecánica, que no saben como parar.
¿Cuánto de ideología, pero también cuánto de desidia y torpeza política hay en la actitud del gobierno de Macri?
Es una combinación de todo eso. Macri tiene serios problemas para gestionar, contrariamente a lo que anticipó. Entre otras cosas, porque no pudo llevar a su gobierno ni a las primeras ni a las segundas líneas de los gerentes que se hubiera querido llevar debido a que la función pública, tan venida a menos, no está en condiciones de pagar esos sueldos. Por lo tanto, está gobernando con terceras líneas. La subejecución tiene que ver con incapacidades de gestión muy marcadas.
De todas maneras, lo que fracasó o entró en crisis, ¿no es el modelo gerencial mismo que Macri proponía, más allá de quién lo lleva a cabo?
Es probable. Ante cada crisis que tuvo que sobrellevar, quedaron en claro las limitaciones de ese modelo gerencial para lidiar con las realidades del conflicto político. Además, hay una limitación ideológica para entender lo que sucede. En la empresa privada, al patrón siempre le queda el recurso de deshacerse de los conflictivos vía despidos. Cuando se gobierna una sociedad en democracia, eso no es posible. Frente a los estudiantes quedó en punto ciego y todo gracias a esa ideología rudimentaria. Me imagino a Macri levantándose a la mañana y deseando que los estudiantes no estuvieran más. El problema para él es que, por suerte, están.
Y como están, apela a la estigmatización.
Exacto. Eso hace que un ministro como Esteban Bullrich esté rifando todo el capital político que pudiera tener con dos o tres frases desafortunadas. Llegó al gobierno como el político que venía a reemplazar a un intelectual “a la violeta” como Mariano Narodowski, que desconocía los manejos de la política. Pero, al primer conflicto serio que se le presenta, apela al estigma. Y la verdad, no es una estrategia eficaz ni siquiera para los propios intereses del gobierno, porque no hay condiciones para estigmatizar demasiado. Es más, el uso del estigma en términos tan abiertos y brutales, como lo han hecho Bullrich, Macri u Horacio Rodríguez Larreta, cuando acusó de chavistas a los chicos, no se hacía desde la época de la dictadura.
Respecto de los estudiantes movilizados, ¿hubo un cambio en la relación con la participación política o se rebasó el vaso de lo admisible?
El movimiento estudiantil tiene, históricamente, un comportamiento muy cíclico y, en los últimos veinticinco años, ha actuado de manera reactiva, toda vez que se lo ha acorralado con propuestas restrictivas, presupuestarias o legislativas. De todas maneras, estoy gratamente sorprendido por la gestación de cuadros estudiantiles muy articulados; cuadros en condiciones de discutir mano a mano con los funcionarios de gobierno que tiene el macrismo y dejarlos pedaleando en el vacío. Es un verdadero mérito, aunque lo que tengan enfrente sean cuadros muy rudimentarios. Los lápices siguen escribiendo
Miles de estudiantes y gremios docentes marcharon desde la Plaza de los Dos Congresos hacia Plaza de Mayo, durante la tarde del jueves 16 de setiembre, para recordar la Noche de los Lápices. La manifestación enarboló el clásico lema “Los lápices siguen escribiendo”, que hace alusión a la desaparición de un grupo de jóvenes secundarios durante la última dictadura, y otras consignas vinculadas al conflicto entre alumnos de una treintena de colegios porteños y el Gobierno de la Ciudad de Mauricio Macri. “Carencias en la Ciudad y en las provincias”
Por Juan Llach*
Estoy de acuerdo con los reclamos de los estudiantes porteños en un 150 por ciento, porque no se trata sólo de edificios escolares de la ciudad sino de muchas otras carencias, y más serias, en el Gran Buenos Aires y en todas las provincias.
La peor de ellas es la lacerante segregación que condena a la mayoría de los chicos de bajos recursos a asistir a escuelas de muy baja calidad, lo que se parece cada vez más a una discriminación lisa y llana, con escuelas pobres para los pobres. Esta amarga realidad viene de lejos y las mejoras en esta década han sido insuficientes, pese al importante aumento de los presupuestos educativos que permitirá que este año se cumpla la meta del seis por ciento del PIB de inversión en educación, ciencia y tecnología. Este éxito se ve empañado porque los recursos fiscales se reparten con un criterio centralista y la coparticipación federal está en mínimos históricos.
¿Qué decir sobre los reclamos? El que no participó de joven en manifestaciones de este tipo se perdió algo importante en su vida. Pero cuando el reclamo se transforma en prolongadas tomas se atenta contra los aprendizajes. Es clásico en manifestaciones estudiantiles su tendencia a generalizarse. Mientras tanto, el festejo del día del maestro pasó inadvertido. Ojalá todo esto sirva para que la dirigencia política ponga la cabeza y el corazón en la educación.
* Ministro del gobierno de Fernando de la Rúa entre el 10 de diciembre de 1999 y el 29 de setiembre de 2000. (Publicado en el diario Clarín, el domingo 12)

 

 

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