Buenos Aires Económico // 16-10-09 // Ley de medios: esto recién empieza

Publicado en por Opiniones Creadas

Por Eduardo Anguita
 
El periodista Daniel Olivera pudo determinar con toda premura quién es Carlos Collasso, el denunciante de las supuestas oscuras intenciones del gobierno respecto del futuro de Papel Prensa. Olivera, el verano pasado, estuvo al frente por un tiempo del diario El Atlántico de Mar del Plata. Un matutino venido a menos que compitió con La Capital de esa ciudad, que es propiedad del poderoso Florencio Aldrey Iglesias, que tiene, además del Hotel Hermitage, un conglomerado de medios en la Feliz, tal como se conoce a esa ciudad costera. Collasso era un empleado fiel de Iglesias, o eso simulaba ser hasta que saltó a militar en las filas de Clarín, que tiene una empresa de televisión por cable también en la Feliz. Collasso llegó a su nuevo destino: el Consejo de Vigilancia de Papel Prensa. Pero, en cambio de hacerlo por el Grupo, allí estaba en nombre del Estado, cumpliendo con una vieja tradición, consistente en que el Grupo sugiere al Estado quiénes son sus representantes, aun en lugares de tercer orden como el de Collasso. Así, el empleado de Clarín saltó a la mayoría de las redacciones de diarios del país como el “hombre del Gobierno que contaba la verdad” ¿Y quién era el villano de esa verdad de Perogrullo? Desde ya Guillermo Moreno, el secretario de Comercio ¿Y qué quiere hacer Moreno? Desde ya quedarse con Papel Prensa, tema del que esta nota se ocupará más adelante. Pero un adelanto: los diarios necesitan del papel como los hospitales del plasma y jamás van a someter a duda una verdad que salga de la empresa que les provee de papel. Las instrucciones a los editores son sencillas: forma parte de la supervivencia (y los negocios) de la empresa. Papel Prensa presume de vender el insumo a 170 diarios del país. Es una confesión del poderío monopólico que tiene. Y del cual Clarín es dueño en el 49 por ciento.
El director de Relaciones Externas de Clarín y vicepresidente de Papel Prensa, Jorge Rendo, fue quien montó el mal guión de Hollywood justo tres días antes de que el Senado tratara la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Pero las actividades incluyeron varias otras acciones sucias. Su jefe inmediato, Héctor Magnetto, que alterna los alias de Dios y El Uno, le había encomendado las operaciones de prensa para que la ley se dilatara. Eso incluyó pinchaduras telefónicas de un grupo de espías que funcionan en el Hotel Savoy y que derivaron en la detención del espía Ciro Gerardo James. Quien estuvo al frente de las escuchas telefónicas –develadas por Ricardo Ragendorfer y Walter Goobar– fue Miguel Ángel Toma, un peronista de la Capital amigo del jefe de Gobierno, Mauricio Macri, que estuvo al frente de la SIDE cuando Eduardo Duhalde ejerció la presidencia gracias al apoyo irrestricto de Magnetto. La contrapartida del tratamiento VIP de los medios de Clarín a Duhalde tuvo una contrapartida decisiva: la primera ley que trató el Congreso en el verano de 2002 fue la de Industrias Culturales, un nombre bonito que tenía como objeto impedir que los acreedores del monopolio se quedaran con sus activos –en caso de quiebre– porque la empresa era “argentina” en un porcentaje del 70 por ciento. Tan a medida fue la norma que el grupo Clarín había cedido acciones al grupo Goldman Sachs en un 18 por ciento un par de años antes. Al menos eso figura en los papeles. Habría que rastrear la documentación reservada en un gran estudio jurídico de las multinacionales para saber la realidad de cómo fue la participación del grupo financiero norteamericano.
El senador Guillermo Jenefes, presidente de la Comisión de Comunicación de la Cámara alta, el viernes por la noche, en el recinto, dijo a viva voz que las presiones para ver por qué proyecto votaría, no las tuvo del Gobierno sino de los grandes grupos de medios. No dio detalles; sin embargo, la centralita de espías lo tuvo entre sus objetivos.
Duhalde fue un fogonero muy importante de esta pequeña cruzada de Clarín. Al punto tal que por esos días, el diario le dedicó varias páginas a su supuesta calidad de presidenciable para 2011. Algo construido por El Uno, o en todo caso por Rendo, que hizo todo lo posible para cumplir con los encargos. El ex hombre fuerte de Lomas de Zamora y presidente por unos meses, todavía está muy agradecido por la generosidad de la tapa que El Uno le fabricó cuando la Bonaerense y la SIDE –a cargo de Toma por entonces– hicieron una ratonera en Avellaneda para tirotear piqueteros. Aquella jornada terminó con el asesinato a mansalva de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. Pese a que las fotos que probaban el asesinato estaban en la redacción del diario, Clarín tituló “La crisis causó dos muertos” y demoró 24 horas la publicación de las pruebas del crimen. Era un titular a medida del acuerdo Duhalde-Magnetto. Ellos querían un país de mano dura y una salida de la crisis manejada por unas pocas corporaciones –empresarias y políticas– argentinas.
Fracasadas las gestiones para que algún candidato de la derecha peronista fuera el delfín de ese acuerdo, llegó el turno de Néstor Kirchner, quien tenía, hasta entonces, una buena relación con el monopolio. Pero, sobre todo, el grupo confiaba en la presencia de Alberto Fernández (que asumía como jefe de Gabinete y se trata de uno de los políticos más inteligentes de la Argentina) en manos de quien quedó la relación con Clarín durante seis años. Sólo Kirchner podía, hasta la salida de Fernández del Gabinete de Cristina, modificar los acuerdos que Fernández hacía con Rendo o Magnetto. En el mundillo de los medios esto fue siempre conocido, y las evidencias eran tales que el mismo Grupo Clarín quería que el mismísimo jefe de Gabinete tuviera una plaza en el directorio de Papel Prensa, una de las joyas de la corona. Eso sí, obtenidas a sangre y fuego. El mismo Carlos Marx decía que la piratería es una de las formas de acumulación originaria de capital en las sociedades mercantiles. Un camino del cual los grandes magnates se sienten orgullosos pero sólo para compartir esas historias en salones exclusivos. Una cosa es hablar de la libertad de prensa, creen ellos, y otra muy distinta es publicar historias que puedan perjudicar sus intereses.
David Graiver se había quedado con casi el 70 por ciento de las acciones de un proyecto que parecía encerrado definitivamente en un cajón. Fue por 1973 y la iniciativa había sido lanzada cuatro años atrás por el dictador Juan Carlos Onganía, que presumía de un plan para 20 años. En 1969, la Morsa, como se lo conocía al bigotudo general, decretó que todos los diarios del territorio nacional debían contribuir con un gravamen para que, algún día, se hiciera una planta de papel de diarios y se terminara con esa historia de los cupos de importación con rebaja arancelaria que provocaba que cada gobierno –civil o militar– tuviera a los empresarios de medios gráficos deambulando por el Ministerio de Economía como los jubilados en las plazas pidiendo por sus haberes. Sin chistar, los dueños de diarios empezaron a pagar –a cambio de aranceles bajos, desde ya– pero el proyecto de Onganía cayó en un año, tumbado por las luchas obreras y estudiantiles. Con ese origen, pocos pensaron que Papel Prensa pasara de ser un sello de goma. Pero Graiver era un tipo audaz. Se interesó en el rubro porque, si salía, era tener la compuerta de la presa de agua. Cuando llegó el golpe de Jorge Videla, otro bigotudo que no presumía de planes pero que los tenía y mucho más tenebrosos, Clarín nuevamente se puso en la pole position. El titular del día siguiente al asalto al poder fue increíble: “Nuevo gobierno”. Y el 2 de abril, los directivos del grupo estuvieron en el Salón Rosado para asistir a la asunción de José Martínez de Hoz en el Salón Blanco de la Casa Rosada. Al final de su discurso, después de anunciar la más brutal distribución regresiva de los ingresos, Martínez de Hoz avisó que el papel importado tendría un precio especial, subsidiado por el Estado. Es decir, anunciaba el neoliberalismo para todos, menos para los petroleros y los empresarios de medios.
El general Juan Carlos Villarreal, secretario general de la Presidencia, por encargo de Videla, tenía la relación con los medios. Especialmente con Clarín. Sugestivamente el gran diario fue el encargado de advertir que Graiver era el banquero de los Montoneros. Taladró con esa historia con todos los partes escritos por los genocidas y perforó los tímpanos de los argentinos. Es decir, mientras nada informaba sobre los asesinatos, torturas y miles de desapariciones, agitaba lo malo que era ese empresario asociado a la banca judía de Nueva York y que blanqueaba plata de la subversión. 
Llegó agosto de 1976, apenas seis meses después del golpe, y el avión que trasladaba a Graiver se desplomó en plena selva mexicana. Un asunto sugestivo pero del que nadie pudo, hasta el momento, develar si fue un atentado, una patraña o una verdadera muerte. Lo cierto es que, de inmediato, se conocieron los planes que unían a Magnetto, a la familia Mitre –dueña de La Nación– y al judicializado diario La Razón –que estaba en manos de convertirse en propiedad de los militares por “las deudas” de los Peralta Ramos-.
la noche a la mañana, no sólo con la muerte de su esposo sino con el emplazamiento militar: con toda premura debía firmar la venta del paquete accionario de Papel Prensa a unos señores que el gobierno le indicaría. Desde ya, a cambio de una plata. Lidia Papaleo, peronista, hermana de Osvaldo Papaleo, entonces preso, dijo que sí. Sabía perfectamente en qué país vivía. Firmó. Los señores a los que trasladaba las acciones eran los empresarios de los tres diarios mencionados. Por Clarín, por supuesto, fue Magnetto, quien desde entonces soñaba con usar el alias El Uno, algo muy al estilo de los generales del proceso. Videla era, por entonces, El Uno.
Lidia Papaleo creyó que ahí terminaba parte de su calvario. Pero la saña de los genocidas era muy grande. El juicio a Graiver, hecho por jueces del proceso, derivó rápidamente en un embargo de sus bienes, que incluyen a cualquier sucesión o herencia. Así, los bienes de los herederos del banquero fueron incautados y remitidos a una comisión que se quedaba cual botín de guerra, con los bienes de corruptos y vendepatrias. Lidia Papaleo perdió la plata que le habían pagado esos señores de corbata que fueron en nombre de la libertad de expresión a quedarse con las acciones de Papel Prensa. La detuvieron. La torturaron. Sufrió el escarnio. Desde ya, Clarín nunca informó sobre esto.
El 27 de septiembre, con la presencia de Magnetto y con brindis entre Videla y la directora del diario, Ernestina Herrera, viuda de Noble, se inauguró la planta de San Pedro. Martínez de Hoz, enemigo acérrimo de los supuestos ideales industrialistas de “desarrollistas” como Magnetto, fue el gestor de los créditos con los cuales los empresarios gráficos compraron Papel Prensa. Dos bancos privados y el estatal Banco de Desarrollo les permitieron comprar sin pagar un solo peso.
Además, los tres grandes diarios tenían diez años de subsidios de toda clase, desde no pagar los aranceles de importación de la pasta base hasta exenciones impositivas. Un negocio que, se suponía, era para abaratar el precio del papel de todos los diarios y revistas. Pero no fue así: la edición del 14 de diciembre de la revista Gente –de la editorial Atlántida, también amiga del proceso– dedicó su número a denunciar que el precio del papel en la Argentina era “el más caro del mundo”. Papel Prensa fue el precio del silencio. Una etapa clave en la capitalización de Clarín. La piratería es parte de la acumulación primaria. El silencio sobre crímenes de lesa humanidad, no.
El fiscal de Investigaciones Administrativas durante el gobierno de Raúl Alfonsín, Ricardo Molinas, hurgó en el caso. Encontró muchas curiosidades, como por ejemplo que los bancos privados les dieron la plata a los empresarios sin que pusieran garantías. Algo insólito en el capitalismo. El mismo Magnetto se lo reconoció a Molinas cuando éste lo indagó. Pero cuando Molinas le quiso hacer firmar el testimonio, El Uno sonrió y amablemente le dijo que él no firmaba ese tipo de declaraciones. El Uno había ido a conversar con un fiscal, como lo hace con tantos, no a firmar una declaración. El 22 de mayo de 2006 murió el fiscal Ricardo Molinas. Dejó escrito un libro con los detalles de estas historias. En Detrás del espejo pueden verse realidades que los medios monopólicos, con espejos cóncavos y convexos, pueden deformar.
 
 

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