Bs As Economico // 18-03-10 // Las tres caras de la oposición
Blog Opiniones Creadas:
Es mi destino no pensar en
calmar una inquietud más
que exponiéndome
indefinidamente a otras.”
Louis Althusser
¿Existe la estrategia de la oposición?
Sí y no. ¿Una estrategia, no? ¿Tres, sí?
Existen diferenciadas, y todas están determinadas en última instancia por la lógica de 2011; esto es, alcanzar la pole position, el premio mayor de la política: la presidencia de la República. Entonces, la agresividad de la doctora Elisa Carrió no surge –como piensan muchos– de su inestabilidad emocional. Como el psiquismo humano no es mi objeto de estudio, dejo en manos de los especialistas opinar sobre su “conducta personal”. En cambio, me voy a ocupar de su comportamiento político.
Si se quiere, su modelo es clásico: un radical tipo 1970; ese radical tiene una componente severamente antiperonista; salvo, claro está, que se trate de un dirigente de mirada histórica abarcadora, como Ricardo Balbín. No se trata de negar lo obvio –también Balbín era gorila–, pero su afinada comprensión de la dinámica política le permitió matizar y confluir con el peronismo en la Hora del Pueblo. El arco de partidos que se propuso heredar el gobierno del general Alejandro Agustín Lanusse, en 1973, clausurando la Revolución Libertadora y cerrando el camino de la radicalización socialista. Esa estrategia le permitió a Raúl Alfonsín replicar en 1983 la Multipartidaria y desde allí pivotar su victoria electoral y el sueño del tercer movimiento histórico.
Carrió sintetiza la misma amalgama ideológica –conservatismo liberal de trazo grueso– sin esa amplitud política. Por eso su proximidad a los organismos camperos, y por eso su elevada virulencia verbal. Sin embargo, sería ingenuo atribuirle todo a su mochila ideológica. Una buena parte surge de su estrategia de diferenciación política; diferenciación de lo que podemos denominar la perspectiva Stolbizer.
Margarita Stolbizer sabe que si el radicalismo no existe en la provincia de Buenos Aires, pasa a ser una fantasía en marcha hacia la extinción. Por tanto, se plantea un modelo de acumulación electoral respaldado en un amplio sistema de relaciones sociales, sistema que la UCR reconstruyó y destruyó tantas veces en su actividad centenaria. Sensible a la repugnancia que la sociedad manifiesta frente al conflicto y los enfrentamientos, consciente de que no siempre debe y puede poner el palo en la rueda, no apuesta a una candidatura presidencial anticipada y aglutinante –ni propia, ni ajena–, sino a una lógica de crecimiento sistemático.
Al correr el cuerpo de la primera línea de fuego mediático no rompe los puentes con el peronismo bonaerense –después de todo es una discípula de Raúl Alfonsín– y tampoco se sube a la candidatura de Julio Cobos, que en última instancia no sería mucho más que un hombre que mide bien en las encuestas y punto. Stolbizer busca aliados en Capital Federal, en las copiosas filas del progresismo porteño, y en la sólida estructura del socialismo de Santa Fe.
Carrió, en cambio, aprovecha esta calculada timidez para arremeter e intentar arrastrar al conjunto, sin dejar de acusarlos a casi todos de cómplices, conscientes o inconscientes, gratuitos o pagos, del Gobierno. Traza una raya teológica, y los que no la siguen son demonizados. Debemos admitir que con arsenal tan elemental no logró poco, aunque el resultado de su sistemático asedio terminó en estruendosa derrota. Aun así, el intento de voltear a Mercedes Marcó del Pont y acorralar al Gobierno ha sido pergeñado por la incandescente diputada.
El tercer proyecto para 2011 surge, como no puede ser de otro modo, del peronismo disidente. Conviene recordar que ese peronismo tiene dos afluentes de calidad variopinta: los menemistas que no se reciclaron –ya sea porque no pudieron, ya sea porque decidieron no hacerlo– y los que la 125 arrojó fuera de las filas del corralito oficial.
Tres nombres propios construyeron esa fracción bonaerense, con ramificaciones nacionales: Francisco De Narváez, Felipe Solá y Eduardo Duhalde. La división del trabajo era casi obvia: el ex presidente podía ser el armador, “El Colorado” gobernador de la provincia de Buenos Aires y Felipe presidente. Después de todo, el que se paró frente a la 125 y dividió el bloque de diputados fue Solá, un político todo terreno al que muchos temen pero casi nadie quiere. Ni Duhalde ni De Narváez aceptaron el reparto, y las elecciones donde la derrota de la fracción k abrió un abanico de posibilidades también restauró todas las diferencias. El lanzamiento de la candidatura del doctor Duhalde raja ese mosaico, salvo que sólo sea un amague, y los que conocen al ex intendente de Lomas de Zamora saben que se tiró a fondo.
Como ese peronismo no tiene, nunca tuvo, aliados en Capital, Mauricio Macri aportaba el esquivo distrito, configurando una alianza conservadora de relativa homogeneidad ideológica y complejos afluentes culturales. Pero ni siquiera esa bisagra deja de rechinar, ya que todos aspiran a todo y por tanto el acuerdo sólo es un alto en la pelea por ocupar la pole position.
Pues bien, la posibilidad de juntarle la cabeza a toda la oposición está determinada por un dato simple: cada una de las fracciones en un mano a mano con el oficialismo pierde. Por tanto, un espejismo político organiza el cónclave: juntos son más, juntos pueden. Sería verdad si estuvieran juntos, pero sólo están amontonados; de modo que sólo una de las tres fracciones –si encolumna detrás suyo a las otras dos– vence. Esto es, las otras dos pierden, y como nadie está mentalmente dispuesto a tan deshonroso metier antes de juntarse, por las dudas, rompen. No sea cosa que la derrota del Gobierno termine siendo también la propia. Y eso es lo único que en definitiva termina contando.
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