Newsweek // 26-08-09 // Mil veces no quiero

Publicado en por Opiniones Creadas

26-08-2009 /  Carlos Reutemann y Eduardo Duhalde se vuelven a cruzar por la candidatura del  PJ disidente para 2011. La lentitud o el apuro, el nuevo dilema.

Por Marcelo Larraquy

Simplemente, no te quiere. Eduardo Duhalde debería empezar a entenderlo. Carlos Reutemann, el único dirigente  “ganador” con que hoy cuenta el peronismo frente a 2011, se cansó de que le pusieran al hombro la candidatura presidencial; justo a él, que construyó su capital político con el silencio y el enigma de sus movimientos.

Reutemann también tiene su costado débil: no soporta la presión, la respiración en la nuca, ni la obligación de asumir una candidatura temprana. Sería, por su estilo, un desgaste innecesario. 
Reutemann está bajo tensión. El kirchnerismo quiere tenerlo cooptado o tumbado. Se observó con la supuesta zancadilla de la senadora Roxana Latorre por la firma del dictamen de los “poderes delegados” (ver recuadro). Duhalde también lo asedia. Lo quiere designar, cuanto antes, “el candidato natural” para lanzarlo al combate y transformarse él en su “elector”.

Frente a ese panorama, Reutemann tocó el freno. No lo hizo con mesura ni racionalidad. Pero por primera vez se percibió que el “hombre moderado” habló con sus sentimientos. “Que se recontrametan la candidatura en el medio del culo”, comentó el lunes 24 con énfasis a una radio santafesina, cuando se sintió enredado  en una operación “K” para frustrar su postulación presidencial.

La indefinición de Reutemann sobre su posible candidatura produce histeria en el peronismo, otra vez. Como en 2002. En política, algunos episodios tienden a repetirse. También los personajes. Como entonces, Duhalde quiere construir un presidente para 2011. Otro más. Con Néstor Kirchner no le fue bien, pero en un principio le alcanzó para derrotar a Carlos Menem y retener poder. Fue sólo por un tiempo.

Duhalde arquitectura. Ya casi nadie lo recuerda. Hace cinco años, cuando Kirchner era presidente, Duhalde no tenía cargos en el Gobierno ni en el partido. Pero era el jefe.

Controlaba el Senado —a través de Daniel Scioli—, y la presidencia de la Cámara de Diputados, con Eduardo Camaño. El jefe de bloque era un subordinado suyo, José María Díaz Bancalari. Felipe Solá, al mando de la Provincia de Buenos Aires, respondía a Duhalde. El Gabinete de Kirchner era filo-duhaldista: Aníbal Fernández, Roberto Lavagna y continúan las firmas.

Kirchner gobernaba en soledad.  Alberto Fernández tomaba apuntes de sus directivas en la Casa Rosada. Pero el poder real del país estaba en la casa de Duhalde de Lomas de Zamora, o, en ocasiones, se transfería al restaurante del San Juan Tennis Club, luego de que el jefe jugara al tenis.
Poco más de un año después, la melodía de “El Padrino” en el Teatro Argentino de La Plata, en el  lanzamiento de la candidatura al Senado de Cristina Kirchner, operó como una lápida política de Duhalde, en contraste con el esplendor kirchnerista que derrotaría a su esposa en las urnas y asumía el control real del gobierno.

El poder mutó. Duhalde era descrito como parte del pasado político, lo viejo, lo oscuro, sólo matizado con alguna mención por su contribución inicial a la salida de la crisis de 2001. El presidente que había gestado lo arruinó en términos políticos. Cualquier oficialista que se reuniera con él debía hacerlo a escondidas. Temían conversaciones grabadas, micrófonos ocultos. El kirchnerismo no aceptaba lealtades duales.

La lenta resurrección de Duhalde se produjo en sintonía con el deterioro del Gobierno. Los tiempos cambiaron. El conflicto con el campo y el tropezón kirchnerista en la Provincia de Buenos Aires fortalecieron a Duhalde. Usó un sello propio, el “Movimiento Productivo Argentino”, para reaparecer en público y transmitir sus opiniones. Algunos políticos que se sacan fotos con él las distribuyen a la prensa. Como el caso el ex gobernador entrerriano Jorge Busti. Otros, en cambio, que tienen funciones ejecutivas y mucho más para perder, lo visitan con cierta cautela, porque temen que se debilite el flujo del dinero público que se envía desde el Gobierno y se compliquen aun más las dificultades de caja. Pero, para mayor seguridad, si tienen que hablar con Duhalde, mandan a otro.

Lo explica Eduardo Amadeo, diputado electo de Unión-PRO y hombre de confianza: “Duhalde mantuvo siempre una muy buena relación con los intendentes. Tiene diálogo permanente con ellos. Se reúne con asados y mate, en su casa o en la quinta de San Vicente”. Amadeo prefiere no mencionar a nadie. “Tienen derecho a que no se sepa. Éste es un Gobierno represor, que ataca a quienes tienen ideologías propias”.

La idea de Duhalde de construir un presidente no es sencilla, ni le sobra el tiempo. Debería atravesar varias etapas para consumarse. Debe reconstruir un poder político propio, afirmarlo; diseñar una nueva estructura de autoridades en el Justicialismo, y que de ese laberinto pedregoso surja el candidato “ganador” del peronismo para las elecciones presidenciales, con el aval de Duhalde.

Un candidato que, además, no sea ingrato con su mentor.

Duhalde puede tener varios roles de aquí a 2011. Depende del tiempo. Los plazos en política suelen ser móviles. Si la crisis social convirtiera al país en una hoguera, y el Gobierno tuviera fecha de vencimiento antes de plazo —como sugirió el caudillo en un reportaje a La Nación—, las etapas se acelerarían.

La tarea de Duhalde sería mucho más delicada y riesgosa, pero también más rápida, en este caso. Debería transformarse en el bombero del peronismo, destinado a salvar la gobernabilidad del sistema político,  como ya lo hizo en 2001; aunque, a diferencia de entonces, ahora no tiene roles institucionales.

De aquella experiencia en el sillón de Rivadavia, de la que tuvo que salir antes de tiempo por la represión a los piqueteros en la estación Avellaneda, con dos muertos, Duhalde escribió el libro “Memorias del incendio”.

Es difícil que pueda reescribirlo ocho años más tarde. El Gobierno no se desvaneció luego de la derrota electoral, aunque con la composición del nuevo Congreso, desde diciembre próximo, puede sufrir sofocones. Por lo pronto, en los dos meses posteriores al 28-J trabajó, mientras la oposición vacacionaba, batalló con éxito sus iniciativas en el Congreso y, en una acción tipo comando, cronómetro en mano, le birló el fútbol a TyC-Clarín. Su golpe político más importante. 

Pero si no hubiese crisis institucional, ni ocurriera nada peor de lo que ya ocurre, Duhalde estaría obligado a trabajar sobre los tiempos lentos de la política. Si no puede ser un bombero, puede ser el arquitecto del peronismo. Quiere serlo.

Pero como tal, necesita ir trabajando sobre bases seguras, sobre la materia: un candidato cierto al cual montarle una estructura.

Duhalde necesita un hombre que concentre al peronismo de las provincias y el Conurbano y que pueda operar por afuera de ese piso electoral, consolidando lo propio y mordiendo sobre lo ajeno, o más o menos ajeno, del territorio de la centroderecha —Macri, Cobos, De Narváez, Carrió— hasta llegar a la Presidencia.

El único candidato con ese potencial es Reutemann. Lo sabe todo el peronismo.

La semana pasada, Duhalde quiso acortar los tiempos y le envió un mensaje al ex piloto a través de la prensa. “(Reutemann) ha sido dos veces gobernador y su carrera deportiva lo ha ubicado en la consideración de la gente. Pero tiene que decidirse. Y lo antes posible. No le queda mucho tiempo. Si no, le haría un daño al partido que le dio mucho a él”. Es decir, quiso obligarlo a lanzarse a cabalgar sobre el anti-kirchnerismo, para que el peronismo pudiera afianzar un liderazgo y empiece a construir una candidatura  “ganadora”.

Duhalde reclamó “decisión y coraje” —pero también “subordinación y valor”— a un proyecto presidencial que Reutemann ya había rechazado en 2002.

Fue un paso en falso del bonaerense. No sólo chocó contra la voluntad de Reutemann, sino que éste, a su vez, llamó al ex presidente a que asumiera él el compromiso electoral. “Es el mejor candidato a presidente que tiene el peronismo de cara a 2011”, respondió.

Fue un boomerang. Duhalde quedó descolocado. El ex piloto lo conminó a que actuara en forma pública, a cara lavada y no operara en las sombras para “venderle” al peronismo no kirchnerista su candidatura presidencial —la de Reutemann—, para luego pasar él —Duhalde— a cobrar los “derechos de autor”.

El traspié duhaldista no alcanzó a ser remediado por Felipe Solá, quien —mucho más necesitado de apoyos que el ex piloto— reconoció a Duhalde como “el articulador del peronismo” en un acto en Luján, el último fin de semana.

Pero con Solá, Duhalde no camina muy lejos, al margen de los deslizamientos del ex gobernador bonaerense. Para Osvaldo Mércuri, vocero no oficial del caudillo lomense, “Duhalde, hasta este último incidente, creía que el mejor era Reutemann, porque no se vislumbra nadie más, y cierta posibilidad tiene Felipe (Solá), tiene voluntad y cierto apoyo y consenso en la provincia, pero difícilmente pueda armar algo importante a nivel nacional”.

El rechazo de Reutemann —no a la candidatura, pero sí al patrocinio duhaldista y al control de sus propios  tiempos electorales— fue un cimbronazo para el ex presidente. Lo colocó frente a una encrucijada:

¿Debe esperar que el hombre que ya le dijo tres veces que no, revierta su posición? ¿Y en la hipótesis de que diga que sí, Reutemann aceptaría ser candidato de la reestructuración interna del peronismo con impronta bonaerense-duhaldista?

Torcuato Di Tella, sociólogo, cree que no. “Hay gente que piensa que Duhalde trae mala suerte. Reutemann no quiere tener la imagen de que es un ‘pichón’ de Duhalde”.

A falta de definición de Reutemann, y frente al árido panorama que se avista en las candidaturas del peronismo, en el duhaldismo se mantiene a flote “la hipótesis De Narváez”, pero en una versión mucho menos rubia, más peronizada: como candidato del PJ, en principio para la gobernación bonaerense.

“Duhalde reconoce que (De Narváez) enfrentó al aparato y ganó. Esto hace que lo respete, pero tampoco lo hace ‘amigo’, en función de que De Narváez no respetó determinados acuerdos. Duhalde lo tiene ahí. Los dos se cuidan de no enfrentarse. Cuando De Narváez dijo ‘Duhalde es el pasado’ se arrepintió enseguida”, explicó Mércuri a Newsweek.

Ahora el peronismo entra en una zona de incertidumbre de cara a 2011. No se sabe cómo podrá resolverla. Los tiempos son lentos, el cuadro es complejo. Hay algunos candidatos lanzados a la obra, pero la pieza más preciada del arquitecto Duhalde no quiere padrinazgos ni tutores. Simplemente no lo quiere. 

 

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